Tratamiento de la ansiedad
La ansiedad es uno de los motivos de consulta más frecuentes. Muchas veces comenzamos con algún pequeño ataque o crisis y poco a poco le vamos cogiendo miedo a sufrir otro episodio. De este modo acaba dándonos ansiedad la expectativa de sufrir ansiedad. Si te encuentras en este círculo cerrado, puede ser buen momento para abordar la situación.
Hay muchas formas de tener ansiedad. La más frecuente es notar que la respiración se acelera y hay una sensación como de peligro o de amenaza. También hay otras formas como sensación de mareo, dolor de estómago o problemas con las digestiones, dolor de cabeza, sensación de inquietud a las noches o en momentos que deberían ser de tranquilidad, dolores de espalda, etc. Esto puede afectar al sueño, a las relaciones personales o laborales, a la alimentación (más hambre o menos hambre de lo habitual), a nuestra autoestima y a nuestro estado de ánimo.
La ansiedad es una respuesta física y emocional a un estado de estrés. Cuando nos encontramos ante un peligro todos los animales preparamos el cuerpo y la mente para hacer de manera rápida una de estas tres cosas:
Como veis, estas respuestas son muy adecuadas si el peligro es un elemento físico que tenemos delante, el ejemplo clásico sería un león que nos quiere atacar delante de nosotros. Ahí se produciría la crisis de ansiedad, el cuerpo hace lo que tiene que hacer y una vez a salvo la energía comienza a disminuir llegando de nuevo a la situación normal.
Lo que ocurre con lo que llamamos ansiedad es que muchas veces el peligro no es algo físico que nos vaya a querer matar sino una preocupación que puede ser más o menos consciente. Estas preocupaciones pueden ser no llegar a fin de mes, que mi pareja me pueda abandonar, no ser lo suficiente buena o bueno en un trabajo, tener miedo a perder las amistades, miedo a volver a sufrir un accidente que sufrimos una vez en el pasado, etc. Todo esto son amenazas a nuestra integridad. El cuerpo reacciona ante esas amenazas como sabe. La cuestión es que no se puede salir corriendo ni matar a nadie porque realmente no hay un elemento "culpable", y toda esa energía que el cuerpo acumula para actuar se queda sin resolución.
Esto nos pasa a todas las personas muchas veces: ante un examen, al hablar en público, etc. Empieza a haber un problema cuando la amenaza no es puntual (como un examen) sino constante (como el miedo a no ser suficiente). El cuerpo economiza energía al ver que las amenazas son constantes llegando un momento en que le sale mejor mantenerse en alerta todo el tiempo que subir la energía y volverla a bajar cada día. En este punto llegamos a lo que es "tener ansiedad", que sería estar atentos ante un peligro que no se va nunca. En esta fase vivimos como si estuviéramos en una guerra en la que caen bombas de manera aleatoria. En este estado no se puede comer a gusto ni dormir tranquilamente ni hacer muchas de las cosas que nos producen bienestar, porque el cuerpo está enfocado en la supervivencia y eso es incompatible con el disfrute. Disfrutar nos pondría en peligro.
Si esto se alarga mucho en el tiempo puede empezar a aparecer una depresión. Lógicamente si estamos viviendo así y nuestra capacidad de disfrute se ha ido hace mucho tiempo, nos empezamos a entristecer. Así que la ansiedad muchas veces trae después a la depresión.
La ansiedad es muy particular, cada persona la vive de diferentes maneras y por eso no suele haber una fórmula mágica para todos. Por ejemplo se suele recomendar respirar despacio o hacer relajación. Hay personas a las que estas recomendaciones les van bien en el momento y otras a las que les pone más nerviosas todavía. Es importante por eso hacer un análisis particular y que la propia persona sea la que tome las decisiones de lo que le viene bien o mal y cómo quiere encaminarse, a qué ritmo y de qué maneras. En un proceso terapéutico nos dedicamos precisamente a ello. Si crees que puede venirte bien abordar este asunto con una psicóloga, aquí tienes la manera de ponerte en contacto.
Hay muchas formas de tener ansiedad. La más frecuente es notar que la respiración se acelera y hay una sensación como de peligro o de amenaza. También hay otras formas como sensación de mareo, dolor de estómago o problemas con las digestiones, dolor de cabeza, sensación de inquietud a las noches o en momentos que deberían ser de tranquilidad, dolores de espalda, etc. Esto puede afectar al sueño, a las relaciones personales o laborales, a la alimentación (más hambre o menos hambre de lo habitual), a nuestra autoestima y a nuestro estado de ánimo.
La ansiedad es una respuesta física y emocional a un estado de estrés. Cuando nos encontramos ante un peligro todos los animales preparamos el cuerpo y la mente para hacer de manera rápida una de estas tres cosas:
- Huir: Se respira más rápido para que llegue sangre y oxígeno a los músculos, preparados para salir corriendo, y para que el cerebro pueda pensar rápido y decidir hacia dónde huir.
- Paralizarse: Otra reacción habitual es quedarnos quietos ante el peligro. La atención se mantiene muy alta pero el cuerpo no se mueve. En este tipo de ansiedad es frecuente asustarse con un ruido cotidiano con el que el resto de la gente no se asusta o estar hipervigilante.
- Atacar: Si la amenaza que causa el peligro se puede derribar, toda nuestra ira se enfocará en el ataque. En este tipo de ansiedad suele haber mucha rabia de fondo. Se tiende a estar de muy mal humor con quienes nos rodean, con el mundo en general y a llorar de frustración.
Como veis, estas respuestas son muy adecuadas si el peligro es un elemento físico que tenemos delante, el ejemplo clásico sería un león que nos quiere atacar delante de nosotros. Ahí se produciría la crisis de ansiedad, el cuerpo hace lo que tiene que hacer y una vez a salvo la energía comienza a disminuir llegando de nuevo a la situación normal.
Lo que ocurre con lo que llamamos ansiedad es que muchas veces el peligro no es algo físico que nos vaya a querer matar sino una preocupación que puede ser más o menos consciente. Estas preocupaciones pueden ser no llegar a fin de mes, que mi pareja me pueda abandonar, no ser lo suficiente buena o bueno en un trabajo, tener miedo a perder las amistades, miedo a volver a sufrir un accidente que sufrimos una vez en el pasado, etc. Todo esto son amenazas a nuestra integridad. El cuerpo reacciona ante esas amenazas como sabe. La cuestión es que no se puede salir corriendo ni matar a nadie porque realmente no hay un elemento "culpable", y toda esa energía que el cuerpo acumula para actuar se queda sin resolución.
Esto nos pasa a todas las personas muchas veces: ante un examen, al hablar en público, etc. Empieza a haber un problema cuando la amenaza no es puntual (como un examen) sino constante (como el miedo a no ser suficiente). El cuerpo economiza energía al ver que las amenazas son constantes llegando un momento en que le sale mejor mantenerse en alerta todo el tiempo que subir la energía y volverla a bajar cada día. En este punto llegamos a lo que es "tener ansiedad", que sería estar atentos ante un peligro que no se va nunca. En esta fase vivimos como si estuviéramos en una guerra en la que caen bombas de manera aleatoria. En este estado no se puede comer a gusto ni dormir tranquilamente ni hacer muchas de las cosas que nos producen bienestar, porque el cuerpo está enfocado en la supervivencia y eso es incompatible con el disfrute. Disfrutar nos pondría en peligro.
Si esto se alarga mucho en el tiempo puede empezar a aparecer una depresión. Lógicamente si estamos viviendo así y nuestra capacidad de disfrute se ha ido hace mucho tiempo, nos empezamos a entristecer. Así que la ansiedad muchas veces trae después a la depresión.
La ansiedad es muy particular, cada persona la vive de diferentes maneras y por eso no suele haber una fórmula mágica para todos. Por ejemplo se suele recomendar respirar despacio o hacer relajación. Hay personas a las que estas recomendaciones les van bien en el momento y otras a las que les pone más nerviosas todavía. Es importante por eso hacer un análisis particular y que la propia persona sea la que tome las decisiones de lo que le viene bien o mal y cómo quiere encaminarse, a qué ritmo y de qué maneras. En un proceso terapéutico nos dedicamos precisamente a ello. Si crees que puede venirte bien abordar este asunto con una psicóloga, aquí tienes la manera de ponerte en contacto.